Esta semana asistí a una charla virtual organizada por la Universidad EAFIT sobre biodiversidad y agricultura. 

Tuve la oportunidad de conocer una muy inspiradora experiencia de conservación: La Reserva El Globo en Támesis, Antioquia. Una antigua finca ganadera convertida en una reserva natural. 

Sus fundadores explicaron como su preocupación no sólo por el cambio climático, sino por la crisis de la biodiversidad, la sobreexplotación de recursos naturales y la pérdida de hábitat, los llevó a crear la reserva de 360 has. 

La reserva se constituye en una de las áreas de la región que permite agrupar la aplicación de instrumentos de pago por servicios ambientales, como los créditos de biodiversidad y así evitar la dispersión de esfuerzos en conservación. 

Este instrumento busca ser una opción para el cumplimiento de objetivos de sostenibilidad de personas y empresas. Cada crédito de biodiversidad representa la conservación de 10 m2 de un ecosistema por 30 años. ¡Que buen instrumento!

Los esquemas de conservación de la biodiversidad que se aplican en la reserva incluyen las prácticas agroecológicas que buscan el desarrollo de una agricultura sostenible, uno de los intereses principales de sus fundadores, dado que esta actividad es la principal responsable de la pérdida de biodiversidad a nivel global (más del 15%). 

Según nos contaron sus fundadores la aplicación de estos instrumentos en la región y específicamente en la reserva, ha tenido muy buena acogida en el sector privado.

Me alegra enormemente escuchar este tipo de experiencias, me ayudan a ser optimista respecto a la posibilidad de lograr un desarrollo más sostenible en nuestro país y disminuir el ritmo aterrador de pérdida de biodiversidad. 

Que bueno sería que todas la empresas y cada uno de nosotros invirtiéramos o aportaramos a instrumentos o acciones de éste tipo, podríamos empezar a ver un cambio.